¿Volveré a ser yo?

Es una de las preguntas que nos hacemos cuando nuestro camino en Reproducción Asistida se extiende más de lo esperado.  Sentirse perdida, no reconocernos y la necesidad de aislarse comienzan a aflorar.  ¿Nos recuperamos de esto?

Cuando la infertilidad te cala hondo anestesia muchos de los sentimientos que anteriormente te definían.

Somos los primeros en darnos cuenta porque todo lo que nos rodea deja de tener interés ya que nuestra atención plena está puesta en la meta de ser padres.

Tampoco ayuda que nuestro entorno diga cosas como que «has cambiado, ya no eres la misma, lo que tienes que hacer es animarte», y una vez más te decimos que no sientas esto como una piedra que te lanzan para herirte.  No saben como ayudar y están tirando cuerdas a lo loco para sacarte del pozo.

Nuestra esencia, aquella que define nuestra personalidad, por la que la gente nos quiere y nosotros nos reconocemos, ha dejado de brillar.  ¿Volvemos a recuperarla?

La respuesta es SI.  Pero con algunos peros.  No vamos a engañarte.

Tu brillo personal no va a desaparecer jamás, por mucho que digas «ya no soy la misma», lo eres y lo serás siempre, porque todos nacemos con una programación especial que hace que este mundo sea una paleta de infinitos colores.

Volverás a brillar en ese sentido porque tu naturaleza saldrá a flote una vez más, pero en una versión renovada.

Este camino que está plagado de obstáculos te va a aportar numerosas herramientas que antes no tenías.  No estamos diciendo que pasar por un tratamiento de fertilidad sea una bendición ni mucho menos, porque no lo es.  Lo que estamos diciendo es que este no es el único camino de piedrecitas por el que vas a tener que andar en la vida y todas las aventuras nos cambian.

Esta también.  Pero eso no significa que te resetee y te convierta en otra persona.  Eres la misma y así va a ser cuando tengas ciento un años.

¿Te imaginas que con esa edad sigas siendo la adolescente de quince que suplicaba que le dejaran quedarse con sus amigas hasta más tarde?

Nop.

Porque tu vida será otra y tal vez lo que supliques sea que tus biznietos bajen el volumen de la música y que te pongan algo de David Bisbal.

La vida te va cambiando.  No la infertilidad.

Habrá un después cuando todo esto termine, cuando cures las heridas, cuando este episodio de tu vida quede atrás.

Y en el peor de los casos llegarás a meta sin tu hijo en brazos y tendrás que afrontar eso también y ahí empieza otra batalla interior.  Pero vas a poder.

No serás la viejecita de ciento un años que siga maldiciendo que no fue madre o que su vida quedó marcada por eso.

Habrá un después.  Pero había que intentarlo.  Había que ponerse las pilas e ir a por el hijo de nuestros sueños.  Tanto él como nosotros lo merecemos.

Porque ¿Cuál era la otra opción? ¿No intentarlo?